En las revoluciones liberales del siglo XIX, sólo habían ciudadanos; y no ciudadanas. El ciudadano era un individuo independiente jurídicamente, amo de sí mismo y con capacidad de actuar responsablemente, según Rousseau. Este modelo crearía un Código Civil basado en la autoridad del padre (cabeza de familia) y la obediencia de la mujer y los hijos.

En todo este contexto, no se construyó una subjetividad femenina (una yo individual). La mujer, para recibir una mejoría social, debía hacerlo siendo una buena madre y buena esposa. Así recibiría el ascenso social: el matrimonio. El matrimnoio era el premio final en una sociedad meritocrizada.
¿Qué conclusión obtenemos de todo esto? Pues que nace un modelo de mujer ideal que encarnaría la idea de privacidad y domesticidad. Se estaba construyendo un modelo de mujer doméstica para mantener el paraíso perdido: mujer/casa; hombre/público. Este modelo generalizado, en el que se construían roles específicos para la mujer, fue una construcción cultural de la clase burguesa emergente. Una construcción que legitimaba y justificaba esa sociedad. ¿Su oficio? Profesionalizar el oficio de ama de casa, buena madre y buena esposa. ¿Algo ha cambiado?...
1.- Ten la cena lista a tiempo. Planea con anticipación, incluso desde la víspera, para tener una deliciosa comida lista cuando él llegue. Es una forma de decirle que has estado pensando en él y que te preocupas por tus necesidades.
2.- Prepárate para su llegada. Tómate 15 minutos para descansar; así te sentirás fresca cuando él llegue. Retoca tu maquillaje, ponte un moño en el pelo y busca una apariencia de frescura. Él acaba de estar con cantidades de gente agotada por su trabajo.
14.- No te quejes si llega tarde a cenar, ni siquiera si no llegaen toda la noche. Considera esto algo menor comparado con lo que debió de haber soportado durante el día.
15.- Haz que se sienta cómodo. Deja que se recueste en una silla cómoda o que se acueste en la habitación. Procura tener una bebida fresca o caliente para él.
16.- Prepara su almohada y ofrécete para quitarle sus zapatos. Háblale en un tono suave, relajante y agradable.
18.-No le has preguntas acerca de sus acciones ni cuestiones su buen juicio ni su integridad. Recuerda, él es el señor de la casa y como tal hará siempre su voluntad con firmeza y sinceridad. No tienes derecho a cuestionarlo.
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