lunes, 2 de enero de 2012

EL CONTROL DE LA MEMORIA

Quema de libros en la Alemania nazi.
    Siempre se ha comentado una expresión muy característica y común a todos que viene a decir, de varias maneras, lo siguiente: "el control de la información es el control de la sociedad". Pero, ¿Es esto real? ¿Acaso no es la propia sociedad, tanto el colectivo como el individuo, la que elige qué creer y cómo creer? Ciertamente, así es. La Historia ha criticado, en miles de libros, las conductas viles y crueles "de filtración y elección" que los regímenes totalitarios ejercían con la información. La famosa hoguera de las vanidades del 1497, el establecimiento del Libro Rojo de Mao Tse Tung en la China maoísta de mediados del siglo XX, la quema de libros de autores judíos que los nazis ejercieron en el 1933 en Berlín, los años del NO-DO franquista,... son solo algunos ejemplos que la Historia ha contemplado con lágrimas en los ojos, incapaz de zafarse de las cuerdas que oprimían su cuerpo.



Tabilla sumeria de barro. Escritura cuneiforme.
     ¿Por dónde iba?... ¡Ah, sí! ¿Acaso la sociedad no elige la información? ¿Es qué no puede un individuo discernir entre lo que es veraz o falso? ¿Y no puede también una persona interpretar la información? Ciertamente, no. O por lo menos en la sociedad en que vivimos actualmente. Difícilmente podemos abordar una cuestión de este tamaño en épocas remotas, cuando la información, o tan solo la posibilidad de leer y escribir era tan solo el privilegio de unos pocos. La elite acaparadora del poder civil, religioso, político, militar y económico era la única que sabía leer, escribir y transmitir el conocimiento, esto es, la información. Desde que el ser humano aprendió a escribir, es decir, a desarrollar elementos grágicos en material físico y que tuvieran algún significado (contable, divino,...), nació la información. Ésta ya era un hecho. Era intrínseca a él. La información que se materializaba solo estaba destinada para unos pocos, por lo que el resto no la contemplaba. Para que nos entendamos, es como si yo escribo este mismo artículo, lo publico, y luego solo dejo que lo lean los seguidores de mi Blog. Solo leen el conocimiento aquellos que yo quiero que lo lean y lo conozcan. Aquellos que no me conviene que lo conozcan, bien por que no saben leer, bien porque puede ser peligroso; quedan marginados de esa información. Se podría entender de esa manera, aunque obviamente en una esfera muy diferente, que la información es susceptible de ser utilizada para beneficio de unos y perjuicios de otros. Una esfera en que la información emanaba de la institución más importante de esa sociedad o pueblo: el Palacio, el Templo, la Cancillería,... La restricción de la información estaba servida.
Pintura rupestre de la Cova de la Valltorta.
     Esto ocurrió desde el 3500 a.c., que comenzase la escritura, y que unos pocos pudieran disfrutar y aprender de ella. Pero es que las pinturas rupestres también pudieron tener un mismo significado. ¿Y si las pinturas de Altamira hubiesen sido consideradas por sus artistas como codiciados instrumentos artísticos que solo la elite podía admirar? ¿Y si esas manifestaciones artísticas, entendidas en la época a lo mejor como agentes divinos, no pudieran ser admirados por ojos ajenos a esos artistas? ¿Puede que su carácter mágico se evaporara al ser observadas por otros ojos que no fueran los de su creador? Es imposible vislumbrar estos detalles protohistóricos. Pero pudo esto ser una forma de control de la información, artística en este caso.

     Egipto, Roma, Grecia, Mesopotamia, el Islam, el Cristianismo,... seleccionaban la información. La documentación escrita emanaba de las altas instancias, controladas por unos escribas de la administración del estado que escribían lo que se le decía, lo que el estado mandaba, fuera cierto o no. El pueblo no conocía nada de lo que se documentaba: vivía ajeno a la contabilidad del reino, ajeno a las misivas enviadas entre gobernantes de diferentes reinos para crear alianzas o fricciones, ajeno a las genealogías que de los reyes y sus dinastías se hacían en los propios reinos,... La sociedad vivía al margen de todo eso y, en parte, no ha cambiado mucho el mundo en el que vivimos. Los presupuestos de nuestros países se modifican sin que lo sepamos, las leyes (entendámoslas como conocimiento o información que viene de arriba) nos son impuestas sin ser votadas, se deciden guerras sin que lo sepamos, y se planean diplomacias a nuestras espaldas.

Árbol de la vida de Charles Darwin.
     Todo esto es información, al fin y al cabo. Un conocimiento que no todos saben, ni pueden saber. Y es que la información y la sabiduría son instrumentos más peligrosos que cualquier cuchillo afilado o pistola recortada. ¿Porqué? Sencillamente, por que entran en la mente, en la cabeza de cada ciudadano. Y una idea es mucho más peligrosa que cien armas. Las palabras y obras de filósofos, eruditos y científicos como Charles Darwin, Galileo Galilei, Coppernico, Cristóbal Colón, Martín Lutero han sido disfrazadas con un túpido velo que evitase propagar esas ideas.¿Y si la Tierra fuera ciertamente redonda? ¿A dónde irían a parar los barcos que se atrevían a surcar el vasto océano más allá de Portugal? ¿Y del mono? ¿Cómo ibamos a provenir del mono? ¿Cómo podría la Iglesia entonces explicar que Adán naciese del barro y Eva de una costilla del primero? Tanto poder tenían estas instituciones, que el pueblo se unía a ellas en contra de aquellos a quienes se consideraba herejes y protestantes por pensar más allá de lo que venía impuesto. ¿Y qué hizo, por tanto, la Inquisición en España si no prohibir libros científicos que no iban acordes a las ideas de la religiosidad del momento? Y que decir tiene los regímenes dictatoriales y totalitarios que a lo largo del siglo XX redujeron la información y el conocimiento a puramente lo que les interesaba. Era la selección de la información, y de la memoria. A día de hoy vivimos en una sociedad en la que la radio, los informativos de la televisión y los políticos seleccionan la información que debe llegar a nuestros oídos. Solo la memoria seleccionada al favor de la elite y el gobierno es la que se transmite al pueblo.

     La historia y el historiador han logrado discernir entre lo que es falso y cierto. La memoria ha sido recuperada para que el colectivo social conozca todos los hechos posibles en el marco del conocimiento. Los sistemas democráticos han legalizado esa recuperación de la memoria, y su conocimiento, para que todos los individuos de la sociedad sean conscientes de que la sabiduría esta ahí fuera. Seguramente no conozcamos todo el conocimiento y la información que se baraja en nuestro país, aunque poco a poco la información nos llega de la forma más rápida y eficaz a través de las nuevas tecnologías de la información. Internet, en este sentido, se ha convertido en el instrumento más práctico que ha permitido difundir la información y la memoria a todos los sectores sociales sin exclusión. La idea que ronda a día de hoy ya no es la información en sí, sino la dificultad de que ésta sea totalmente veraz y cierta. La alfabetización de nuestra sociedad es casi total, con el consiguiente hecho de que cualquier persona, sea apta o no para difundir un mensaje, puede hacerlo sin apenas filtros y límites.  Actualmente, dada nuestra situación privilegiada en el plano educativo, nos compete seleccionar la información, seleccionar nuestra memoria, y abusar de ella. Pero somos nosotros los que abusamos de ella. Nosotros decidimos qué es importante y qué no lo es, y no otros.

     La memoria, y su conservación, debe ser el derecho de todo ciudadano. Solo ésta puede preservar la esencia humana de la verdad, y permanecer perenne en nosotros como la única forma de conocer nuestro pasado y nuestro presente, y fraguar el futuro.


Lectura recomendada:

- Todorov, T., "Los abusos de la memoria".

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