¿Y quién fue Rousseau? ¿Y Maquiavelo? ¿O Platón? Esa es la desgracia de este mundo. El no saber absolutamente nada. Muchas personas se preguntarán quiénes fueron. Pues yo les diré: unos de los más fantásticos escritores y pensadores que ha dado este mundo. No les explicaré el por qué de ello, pues prefiero que indaguen en la sabiduría y sean capaces, por sí mismos, de conocer quiénes fueron.
Vivimos una época de lamentos y desesperación, de fracasos y derrotas, de dolor y muerte. Pero en eso consiste la vida. De eso se trata la vida: de vivir, que es lo mismo que sufrir. Pasamos más tiempo de nuestras vidas sufriendo que disfrutando, o por lo menos yo. Y no se trata de mi personalidad crítica y dura, que también, sino porque lo que veo día a día así me lo demuestra.
Nadie dijo que fuera fácil. ¡Y así es! Aunque bueno, habrá más de uno que llegue a decir: ¡yo no le pedí a nadie nacer! Bueno, pues si. Estará totalmente en lo cierto. A nadie le pidió nacer, pero resulta que biológicamente fue seleccionado ganador de un boleto que ni siquiera había jugado. Era el boleto que entrañaba miles y miles de posibilidades, y del cual la suya fue la ganadora. ¿Renunciar? No se puede, pues ya es demasiado tarde. Lo único que queda, entonces, es luchar y darlo todo.
Todavía andaba por la calle y veía en lo que nos habíamos convertido. Coches de último modelo por allí, mansiones por allá, y estúpidos ignorantes que vivían la vida como si no pasara nada. ¡A tope! ¡Pero ay cuando los tiempos buenos acaban! Es cuando somos conscientes de lo que hemos tenido, y de lo que hemos perdido. Parece paradigmático, ¿no? Es la naturaleza propia del ser humano de las sociedades actuales. Esto es, no valorar nada de lo que ha tenido hasta que lo ha perdido.
Resultará cruel plantear un debate de esta categoría en los tiempos que se presentan a día de hoy. Ciudadanos sin trabajo y sin poder comer. Madres que abandonan a sus hijos recién nacidos en las puertas de las iglesias. Hijos que llaman desesperadamente a las puertas de sus padres, y padres que llaman a las de sus hijos. Maridos que se suicidan hipotecados hasta la garganta. Y ancianos desahuciados de sus casa de toda la vida. ¿Qué ha fallado?
Resulta que vivimos una crisis, pero, ¿económica?. En serio... No entiendo nada de lo que me rodea. O soy un extraterrestre que he nacido en otro planeta, y no entiendo nada de lo que ven mis ojos, o se equivoca mucha gente. No logro comprender nada de lo que tengo en frente, y sigo equivocándome en mis percepciones e interpretaciones.
Parece ser que es imparable, y que nuestro sistema ha destrozado todo lo que con tanto esfuerzo habían ganado nuestros padres y abuelos. ¿Y qué es el sistema, si no todos los ciudadanos, tanto en el plano individual como colectivo, que lo formamos y participamos de él? ¿Es acaso un ente imaginario, etéreo, inmaterial, que no vemos con nuestros ojos? ¿O es que a lo mejor solo nos quejamos de él cuando no satisface nuestras necesidades? Opino que se trata de un poco de todo. Es decir, que el sistema somos todos. Todos y cada uno de nosotros formamos parte del Estado, porque participamos de él, en él y con él, a través de nuestras obligaciones y derechos. Resulta que somos españoles cuando nuestra selección de fútbol gana campeonatos mundiales, pero agachamos la cabeza como verdaderas alimañas cuando no encontramos lo que queremos, o los otros fracasan. Nosotros nunca fracasamos. Solo lo hacen los otros.
Hemos firmado un pacto social, un contrato que nos exige estar ahí, para lo bueno y para lo malo. Yo no soy el culpable de nada de lo que está ocurriendo en el mundo, pero al menos no agacho la cabeza y hago como si conmigo no fuera la cosa. Resulta que hay quienes, bajo la terrible sospecha de que los bancos y políticos han provocado la crisis (que tienen toda la razón, y no lo niego en absoluto), se mantienen en sus niveles de bienestar y satisfacción necesarios para su supervivencia humana. Lo critican todo por que no son capaces de seguir el fulguroso ritmo de vida que han seguido durante años, y del que es muy difícil desprenderse una vez se ha alcanzado. Pero no observan el fracaso absoluto de la moralidad que se esconde tras todo ello. La moral se ha evaporado como el agua en el desierto. Se ha desecado en los corazones y mentes de todas las personas, de todos nosotros.
Creo que en eso consiste la crisis. Vivimos en un mundo en el que los tentáculos de los bancos rigen la sociedad y la política en todo el mundo. Son ellos los que deciden qué se hace y qué no se hace. La moral y el sentido común han sido abandonados. Se piensa en dinero y materialismo, exclusivamente. A cada uno le interesa solo salvarse a sí mismo. Deseamos igualdad, reparto de la riqueza y representación política. Pero todo es pura hipocresía, pues mientras decimos eso, compramos deportivas de Tailandia, microprocesadores de Taiwán y móviles de China. Sí amigos, así es la realidad del mundo en que vivimos. Ni más ni menos.
El pacto de todos los ciudadanos con sus Estados es un hecho inevitable. Nacemos en una sociedad con una identidad que nos exige y obliga estar adheridos a ella. No podemos hacer nada. ¡O sí! Marcharnos con los bosquímanos de Polinesia, o los desiertos africanos, para sobrevivir entre sociedades ancestrales, patriarcales y desconectadas del mundo globalizado. Si no hacemos esto, no nos queda otra cosa que sobrevivir en la jungla del tener y poseer. He oído que el ser humano busca en su vida el prestigio económico y social. Pues yo no busco eso. Intento luchar por mi promoción personal y académica. Busco ser mejor persona e intentar ayudar a los que tengo al lado. Pienso que ahí radican los problemas de la sociedad. En el hecho de que cada uno va por su lado, caminando ante la indiferencia del que tiene al lado, y el desconocimiento del otro.
Maquiavelo decía en el Príncipe, que el buen gobernante (políticos) es aquel que es capaz de satisfacer las necesidades de sus súbditos (ciudadanos) y defenderlos a ultranza. Por otra, Rousseau defendía en su Contrato Social que todos los ciudadanos forman un Estado, un colectivo social, y que han prescindido de gran parte de su libertad total para someterse a la libertad restringida que le garantiza su Patria. Y el inigualable Platón, en su República (El Mito de la Caverna), habla con su amigo Glaucón de la educación y el conocimiento. De la ceguera que tenemos cuando nacemos, y de lo que descubrimos con el aprendizaje a lo largo de nuestras vidas.
Si educamos ciudadanos, y formamos ciudadanos, conseguiremos un mundo más justo en todo el planeta. Debemos crear ciudadanos justos, morales y educados. Que crean en la justicia, y sepan cuáles son los límites de la libertad individual y colectiva; y en qué consiste la moralidad. Mientras sigamos pensando que el crecimiento de una civilización consiste en el hundimiento y la esclavitud de otras, solo conseguiremos encaminarnos hacia un mundo de oprimidos y opresores, de esclavistas y esclavos, de señores y siervos. Cuando consigamos que los derechos de una mujer sean los mismos que los de un hombre, que los de un político sean los de cualquier civil, o que seamos todos iguales a pesar del simple color de nuestros rostros; entonces iremos por el buen camino. Mientras nada de esto ocurra, seguiremos destruyendo la única naturaleza buena que queda en el ser humano: la animal.
Creo que en eso consiste la crisis. Vivimos en un mundo en el que los tentáculos de los bancos rigen la sociedad y la política en todo el mundo. Son ellos los que deciden qué se hace y qué no se hace. La moral y el sentido común han sido abandonados. Se piensa en dinero y materialismo, exclusivamente. A cada uno le interesa solo salvarse a sí mismo. Deseamos igualdad, reparto de la riqueza y representación política. Pero todo es pura hipocresía, pues mientras decimos eso, compramos deportivas de Tailandia, microprocesadores de Taiwán y móviles de China. Sí amigos, así es la realidad del mundo en que vivimos. Ni más ni menos.
El pacto de todos los ciudadanos con sus Estados es un hecho inevitable. Nacemos en una sociedad con una identidad que nos exige y obliga estar adheridos a ella. No podemos hacer nada. ¡O sí! Marcharnos con los bosquímanos de Polinesia, o los desiertos africanos, para sobrevivir entre sociedades ancestrales, patriarcales y desconectadas del mundo globalizado. Si no hacemos esto, no nos queda otra cosa que sobrevivir en la jungla del tener y poseer. He oído que el ser humano busca en su vida el prestigio económico y social. Pues yo no busco eso. Intento luchar por mi promoción personal y académica. Busco ser mejor persona e intentar ayudar a los que tengo al lado. Pienso que ahí radican los problemas de la sociedad. En el hecho de que cada uno va por su lado, caminando ante la indiferencia del que tiene al lado, y el desconocimiento del otro.
Maquiavelo decía en el Príncipe, que el buen gobernante (políticos) es aquel que es capaz de satisfacer las necesidades de sus súbditos (ciudadanos) y defenderlos a ultranza. Por otra, Rousseau defendía en su Contrato Social que todos los ciudadanos forman un Estado, un colectivo social, y que han prescindido de gran parte de su libertad total para someterse a la libertad restringida que le garantiza su Patria. Y el inigualable Platón, en su República (El Mito de la Caverna), habla con su amigo Glaucón de la educación y el conocimiento. De la ceguera que tenemos cuando nacemos, y de lo que descubrimos con el aprendizaje a lo largo de nuestras vidas.
Si educamos ciudadanos, y formamos ciudadanos, conseguiremos un mundo más justo en todo el planeta. Debemos crear ciudadanos justos, morales y educados. Que crean en la justicia, y sepan cuáles son los límites de la libertad individual y colectiva; y en qué consiste la moralidad. Mientras sigamos pensando que el crecimiento de una civilización consiste en el hundimiento y la esclavitud de otras, solo conseguiremos encaminarnos hacia un mundo de oprimidos y opresores, de esclavistas y esclavos, de señores y siervos. Cuando consigamos que los derechos de una mujer sean los mismos que los de un hombre, que los de un político sean los de cualquier civil, o que seamos todos iguales a pesar del simple color de nuestros rostros; entonces iremos por el buen camino. Mientras nada de esto ocurra, seguiremos destruyendo la única naturaleza buena que queda en el ser humano: la animal.
Desde que nacemos estamos luchando por la vida. Crecemos, nos desarrollamos y trabajamos para sobrevivir. Sufrimos? Sí, constantemente.
ResponderEliminarQue ha fallado? Dices no entender ni comprender nada! Ha fallado el humano, como siempre y es normal que no lo entiendas, yo tampoco lo entiendo, pero creo que es por nuestra educación y naturaleza, educados bajo una moral y respeto al vecino, sin ansias de poder ni avaricia.
Hoy en día no existe moral ni respeto, ésta crisis es provocada por el poder y el dinero, que no tienen escrúpulos.
Quien gana en estos momentos? Ganan los de siempre, poderoso Don Dinero, quien pierde? el ciudadano... culto e inculto.
Tu te crees que donde hemos llegado, a esta super depresión, no se sabía? Pues seguro que sí, esta historia ya está escrita, sólo nos tenemos que remitir al pasado y leer. Pero quien frena estos últimos años de despilfarro? Nadie, ni derechas ni izquierdas... a nadie le ha interesado. Es la música de siempre.
La mentira, la injusticia, la inmoralidad... está al orden del día. Ley de la selva sálvese el que pueda.
No creo en la sociedad, ni en los políticos... Tengo 43 años y ahora me veo como hace 23 años... a empezar de nuevo...
Estoy cansada de esta basura, pero sabes que? Que les den por culo... estoy aprendiendo a levantarme cada mañana con una sonrisa y luchar por mis convicciones...
Por eso no hay que decaer, sigamos luchando por un mundo mejor...haz y transmite lo que sabes hacer, seguro que muchos aprenderán...por que ese conjunto de muchos al final forman sociedades.
El buen CAMINO lo podemos enseñar nosotros.