jueves, 10 de febrero de 2011

UD 1: EL ANTIGUO RÉGIMEN Y SU CRISIS

            “En su consecuencia, siempre que cierto número de hombres se unen en sociedad renunciando cada uno de ellos al poder de ejecutar la ley natural, cediéndolo a la comunidad, entonces y solo entonces se constituye una sociedad política o civil. Ese hecho se produce siempre que cierto número de hombres que vivían en el estado de naturaleza se asocian para formar un pueblo, un cuerpo político, sometido a un gobierno supremo, o cuando alguien se adhiere y se incorpora a cualquier gobierno ya constituido. Por ese hecho autoriza a la sociedad o, lo que es lo mismo, a su poder legislativo, para hacer las leyes en su nombre según convenga al bien público o de la sociedad, y para ejecutarlas siempre que se requiera su propia asistencia (como si se tratase de decisiones propias suyas). Eso es lo que saca a los hombres de un estado de naturaleza y los coloca dentro de una sociedad civil.”
J. LOCKE, Tratados sobre el gobierno civil, 1690.      



                                                      
“Entre los doce y los dieciocho meses después de la boda llegaba el nacimiento del primer hijo. Los siguientes nacían, por término medio, cada dos años, lo que aseguraba a la familia siete u ocho hijos en el mejor de los casos, es decir, si la unión no se rompía por la muerte del marido o de la mujer antes de que esta alcanzase la edad de la menopausia. El número medio de hijos por familia se situaba entre cuatro o cinco, lo que equivale a una tasa de natalidad del orden de 35 a 40 ‰ e incluso más, cifra importante, pero lejos de los nacimientos anuales de una fecundidad natural. Diversos factores dan cuenta de esta cifra: la edad tardía de las jóvenes en el primer matrimonio, la importancia de los abortos espontáneos y de las esterilidades por partos difíciles y, sobre todo, la práctica de la lactancia. Por muy importante que pueda parecer, la cifra de cuatro a cinco partos felices por familia era, sin embargo, a causa de la fuerte mortalidad infantil, suficiente para asegurar el relevo de las generaciones.”
F. LEBRUN, Demografía: los tiempos difíciles, 1980


La justificación de la sociedad estamental
“Todo sistema que, bajo una apariencia de humanidad o de beneficencia, llevase a una monarquía bien ordenada a establecer entre los hombres una igualdad de deberes y a destruir las distinciones necesarias, conduciría pronto al desorden, consecuencia inevitable de la igualdad absoluta, y produciría la subversión de la sociedad.
El noble consagra su dignidad a la defensa del Estado y asiste con sus consejos al soberano. La última clase de la nación que no puede otorgar al Estado servicios tan distinguidos, los suple con los tributos, la industria y los trabajos corporales.”
SOLENNELLES, Amonestaciones del Parlamento de París, 4 de marzo de 1776.


“La Ilustración es la salida del hombre de su minoría de edad. […] La mayoría de los hombres, a pesar de que la naturaleza los ha librado desde tiempo atrás de conducción ajena, permanecen con gusto bajo ella a lo largo de la vida, debido a la pereza y la cobardía. Por eso les es muy fácil a los otros erigirse en tutores. ¡Es tan cómodo ser menor de edad! […] Pero, en cambio, es posible que el público se ilustre a sí mismo, siempre que se le deje en libertad; incluso, casi es inevitable. En efecto, siempre se encontrarán algunos hombres que piensen por sí mismos, hasta entre los tutores instituidos por la confusa masa […]. Sin embargo, para esa Ilustración solo se exige libertad y, por cierto, la más inofensiva de todas las que llevan tal nombre, a saber, la libertad de hacer un uso público de la propia razón, en cualquier dominio. Pero oigo exclamar por doquier: ¡no razones! El oficial dice: ¡no razones, adiéstrate! El prestamista: ¡no razones y paga! El pastor: ¡no razones, ten fe! […] Luego, si se nos preguntara ¿vivimos ahora en una época ilustrada?, responderíamos que no, pero sí en una época de Ilustración. Todavía falta mucho para que la totalidad de los hombres, en su actual condición, sean capaces o estén en posición de servirse bien y con seguridad del propio entendimiento, sin acudir a extraña conducción.”
IMMANUEL KANT, Respuesta a la pregunta ¿Qué es Ilustración?, 1784

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